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viernes, 3 de diciembre de 2010

La Maldición

Viernes 20, por la noche.
Nunca me gustó escuchar llorar a una persona, es verdad me incomoda, no sé que hacer, no sé si decir cosas amables o no decir nada. El otro llora y uno lo comprende, pero no hay nada más que hacer. Están los que comienzan a decir estupideces religiosas. Cuando yo quiero llorar prefiero estar solo, odio que la gente se sienta en la obligación de comenzar con el típico “a mí me pasó lo mismo”, aunque es peor cuando comienzan a invocar a Dios. Por eso quizá esta noche estoy acá solo, sin deseos de ver a nadie. Sé que quiero llorar, y sin embargo por alguna razón no puedo hacerlo. En mi pecho siento eso tan horrible que se siente cuando uno quiere llorar, como si las lágrimas hubiesen descendido y no dejaran latir el corazón, ni dejaran expandir los pulmones para que entre el aire.
Necesito pensar, pero tengo que serme sincero, no hay posibilidad de proyectarme hacia ningún lugar en un día como hoy. Estuve fumando todo el día, ya no importa el aire enviciado del departamento, porque nadie va a venir hoy, no tengo que ordenar, ni preocuparme por estar “socialmente aceptable”. Quizá eso es peor, solo pienso en la angustia. Con el aburrimiento probé casi todo, hasta vi cinco películas... ¡Seguidas! Ahora tengo ganas de vomitarlas por los ojos. Siempre todo termina en lo mismo, en estar mirando el techo, pensando en nada.
Y bueno, aquí va el último intento que me queda de ver que carajo me pasa, y porque un chico joven como yo ( de diecisiete años), que estudia, que tiene cinco fiestas programadas para esta noche, está encerrado en casa. No sé, quizá es esa bosta de la adolescencia, soy un adolescente con uno de esos ataques propios de esta edad, una crisis de identidad. Justamente hoy me pregunto mas que nunca quien soy, porque quizá lo que ocurrió aquel día... en la feria... Si quizá tenga que ver con eso.
Yo no creo en las brujas pero siempre he escuchado “que las hay, las hay”. En verdad no creo en nada, ni espíritus, ni platos voladores, mucho menos en religiones. Papá dice que tiene que ver con que mamá no estuvo para criarnos, porque ella era muy creyente. Siempre comienza diciendo que con solo haber vivido dos años más, ella hubiese logrado que nosotros tuviésemos la fe que no tenemos... Eso me estaba diciendo la última vez que cenamos juntos, hace como dos semanas.
- Si tu mamá hubiese vivido dos años mas, ustedes tendrían la fe que ella tenía. Siempre me admiré de eso, los creyentes son otra clase de gente, pueden sobrevivir hasta la muerte mas injusta. Un hijo se les muere, y piensan que está en el reino de los cielos, es voluntad de Dios, Dios los va a ayudar a sobreponerse y los va a recompensar por su pérdida. Pero así no somos nosotros los ateos, seres infelices.
Ni había probado la comida, que me fue imposible comer, respirar, no pude hacer nada, cuando sonó el teléfono rogué que fuera para mí, una salida, a donde sea. Era equivocado, pero papá nunca lo supo, simulé que me invitaban a salir unos amigos.


Salí a caminar y me topé con una de esas ferias pintorescas donde hay varias naciones representadas, y una mezcla de culturas y religiones. Entre todos los puestos había una de esas gitanas que adivinan la suerte. Antes que nada voy a aclarar que es verdad lo que dice mi papá sobre mí, nunca creí en esas boberías de los poderes ocultos, todos ellos son iguales para mí: adivinos, psicólogos, curanderos, pastores. Solo la consulté para entretenerme un rato, reírme, y ver que me podía llegar a decir. Cobraba caro (¡hay que ver lo caras que son esas estupideces!). “Cinco pesos, y conocerá su destino”. Decía el cartel.
-¡Joven, joven!- me llamó.- Si, si, usted - me dijo. Se hacía la interesante, como si me hubiese encontrado en la multitud no por casualidad, como si yo fuera especial, como si tuviese percepciones respecto a mí. Todo eso me dio mucha gracia, pero me acerqué a ver que me decía cuando le dijera que no tenía plata.
- Me encantaría, pero no tengo un mango.- Le dije.
- Voy a hacerle un precio especial, dos pesos, es que hay algo que tengo que decirle.-Su acento español de inmediato me pareció fingido y pensé que debería estar desesperada, necesitaba un cliente rápido. A veces si uno se anima, luego se animan varios. Como dos pesos tenía, y de paso me sacaba la curiosidad, accedí. Tuve miedo al principio porque pensé que si eso de las adivinas es verdad, ella podría con solo verme adivinar aquellodel año pasado... eso en verdad me atemorizó apenas accedí. No me leyó la mano, ni me tiró las cartas, tampoco sacó una bola de esas que adivinan la suerte.
- Pruebe, pida un deseo.
Sabía como funcionaba. De chico había volado miles de panaderos al viento con deseos, un auto, una pelota, jamás nada se había cumplido. Quizá debía pedir otras cosas como paz, amor, pero eso nunca parecía importarme lo suficiente como para comprobar si se hacía realidad. Hubiese sido mas útil preguntarle algo como “¿Qué carajo estudio?”, Y me hubiese dado una ayuda para ver que hago con el resto de mi vida. Sin embargo dije algo que no esperaba porque de algún modo su voz o su pregunta, me hicieron sentir muy triste, algo que ni siquiera había pasado por mi cabeza se asomó sin pedir permiso por mis labios.
- Paz, para mi papá.- dije. Eso en verdad me importó.
- Las personas siempre piensan, que solo lo que dicen y que creen desear es lo que en verdad desean. Piensa porque pides eso y quizá consigas mas de lo que deseas.
El juego de palabras y rimas me mareó un poco, no entendí casi nada. Su voz era autoritaria, pero compresiva, parecía estar tan segura de lo que hablaba que me atemoricé aunque no comprendí nada de lo que dijo. No pude sacarme de la cabeza su recomendación sobre “porque pedía ese deseo y no otro”. Luego me negué a pagarle los dos pesos, me sentía estafado ¿qué creen los gitanos?
-A las brujas dos cosas nos interesan, una es la plata y la otra es el poder.- dijo. Alzó su índice y me señaló con odio. Antes de que me fuera me dijo algo de “conectarme con el dolor y la tristeza”, que comprendí aún menos. Le grité que era una vieja loca, y repetí que no iba a pagarle. Quizá la gitana lanzó su mortal maldición sobre mí, y ahora estoy sumido en una depresión que me quita las ganas de salir, disfrutar mi juventud, estar con chicas, y todo eso.

Permanecer solo en casa tampoco ayuda, aunque es peor si papá está ¡Él se deprime tanto! A veces lo escucho llorar, y solo quiero irme, salir, me voy a donde sea, solo o acompañado. Trata de que no lo escuche pero es peor, la fuerza que hace para que los sollozos no salgan hacen que su llanto sea horrible. De alguna forma me hace comprender lo desgraciado que se siente. A veces escucho un ruido en casa, como una respiración, una alma en pena. Entonces me asusto, y me acerco al cuarto de papá. No llora como si le estuvieran cortando una pierna, es más sutil, es como si su cuerpo se desgarrara lentamente. Entonces me voy, porque no puedo soportarlo.
Él trata de hablar, y yo le pido que hablemos de otras cosas. Es que ya paso un año y él sigue llorando y echándose la culpa. Yo, en cambio ya lo superé, hace mucho. Es que yo soy más fuerte que él, y no necesito llorar más. Es más, en este mismo instante estoy cambiando de tema.


Aquella tarde... cuando pasó lo de la bruja sentí que algo había cambiado en mi. Fue como ver la vida de otra forma. Atardecía y miré el cielo rojo... jamás lo había visto tan rojo. Oscuro y distante parecía sangrar, antes de que me diera cuenta se puso negro, como si la sangre hubiese coagulado, y comenzó a llover. No había luces, ni relámpagos. La lluvia caía negra y silenciosa. Y entonces, cuando salía de la feria para mojarme lo menos posible, tuve la sensación de que alguien me miraba, alguien me seguía... Ya me ha pasado antes, es solo que esta vez la sensación era más poderosa. Debo confesar que pensé en la gitana y su maldición. Era casi como tener alguien encima, y tenía la inexplicable certeza que al darme vuelta un par de ojos iban a estar sobre mí. Varias veces giré, y nunca había nada. Mi corrida ya no era para refugiarme de la lluvia, si no para escapar de aquellos ojos aterradores... (¿imaginarios?) Que me seguían.
Y entonces la vi.
Parada en la esquina de la feria estaba una compañera de clase. Yo apenas la conocía, había llegado sola del interior, una estudiante de intercambio. La lluvia la empapaba y no parecía importarle. Estaba absorta en el cielo cuya sangre había sido devorada por la oscuridad de la noche. Yo me sentía asustado, y de pronto podía romper aquella sensación con la presencia de alguien conocido. Casi estaba delante de ella, y ni me miró, como si no hubiese notado mi presencia a escasos metros. Sus ojos...
Su cara despojada de toda expresión era surcada por ríos interminables de petróleo.
Sé que esto jamás será leído por nadie. Por eso me atrevo a escribirlo... nadie podría comprender lo que pasó a continuación. No es lógico. Un instinto, una necesidad, algo se apoderó de mí. Sin dudarlo, y con gran desesperación, agarré a la muchacha por los hombros y comencé a devorarla. Tenía un gusto amargo y seco, pero era delicioso, cuando tragué el último trozo, quise más. De alguna forma me sentí muy fuerte, tenía el gusto de la sangre, espeso y cálido en la garganta todavía. Miré a mí alrededor. Todo había cambiado. Vi a la chica destruida, que alguna forma vivía pero pensé que yo en su lugar hubiese preferido morir antes que permanecer en ese estado de destrozo. Había algo irreal, aunque sé que todo era irreal, me colgué de algo en ella, en su actitud, no parecía darse cuenta, solo yo estaba al tanto de su estado. Fue esa actitud la que me rodeó un lazo y me arrastró a la realidad.
- Gracias.- me dijo. Se veía cansada, pero alegre y tranquila. Sus ojos me miraban de pronto y parecían brillar- Me siento mucho mejor.
Por una milésima de fracción de segundo, sentí que volvía a ser yo mismo. Es decir, volví al mundo real, (¡no estoy loco!) Sé que en el mundo real no podría devorar a una persona, así no más. Dos paredes se incrustaron a mis costados, y por supuesto la chica estaba allí, dándome la espalda yéndose a algún lugar, y yo no la había tocado.
Aquella noche dormí mal, e inquieto. Durante la noche soñé la escena repetidas veces, cada vez algo nuevo se incrustaba en el recuerdo de lo que en realidad había pasado, en verdad lo que conté sí había pasado, pero además ella había estado contándome porque lloraba bajo la lluvia. Ahora que recuerdo ahí comenzó todo.
Varias veces se ha repetido aquello, que siempre termina igual. Ocurre aunque el sol esté alto en el cielo, en medio de mi vida cotidiana, en la escuela, en el colectivo, mientras camino por la calle. Pero de alguna forma tengo la certeza de que a pesar de lo irreal, lamentablemente no es un sueño. Encuentro mis manos llenas de la asquerosa y repugnante sangre de mis víctimas, que finalmente me dan las gracias y se van dejándome sentir fuerte y poderoso... solo un instante. Luego me siento loco, asqueroso. Y finalmente hoy estoy acá encerrado, evitando acercarme a todos, parece que estoy a salvo entre estas paredes.
Ahora pienso que quizá a eso se refirió la bruja, cuando dijo que iba a “conectarme con el dolor y la tristeza” ¡Puedo comprenderlo! Ella me convirtió en esto, para hacerme sufrir. Para llenarse de poder ¿Será que no quiero salir, porque estoy tratando de evitar aquello que ocurre cuando alguien está cerca?


Ahora sé que tener miedo, no es un instinto propio de quienes quieren sobrevivir, un reflejo para mantenerse con vida. El verdadero terror, significa temer seguir viviendo. Y eso es lo que me sucede ahora, que escucho las paredes susurrar, transpirar antes de caer para siempre y revelar a quien llora del otro lado. La pared se descascara, y cierro los ojos y sigo escribiendo con los ojos cerrados, para no ver como salta el revoque... pero ahora lo escucho y quizá es peor, porque a pesar de mis ojos cerrados, puedo imaginar como caen las paredes.

Sábado 28 madrugada.
Es increíble lo que sucedió la semana pasada. Al fin estoy en condiciones de escribirlo. Y voy a hacerlo, aunque estoy muy cansado después de salir con mis amigos.
Me encontraba levantado mirando tele, y ya había abandonado la idea de dormir por esa noche, cuando llegó papá. Me resultó extraño que llegara a las cinco de la mañana. Cuando me vio, me sonrió amargamente, como lo hace desde hace un año... desde aquello. Se sacó la campera con pesadez y entonces lo sentí, el era mi proxima victima. Me paré y huí de allí, mis piernas me protegían de aquel instinto que tenía la certeza haber heredado de una maldición gitana. Mi padre me siguió seguramente preocupado por mi huida.
-Hijo... ¿pasa algo?- me tomó por los hombros y me miró.- ¡Estás blanco!- Cuando se acercó, lo empujé sin querer, pero fuerte. Quería que se alejara, le tenía miedo. Comprendí que si yo me había convertido en un ser incomprensible hasta para mí mismo, él era aún peor, un animal que con su aliento podía paralizar a sus víctimas hasta que murieran por inanición.
Lo miré de reojos y vi todo aquello que yo estaba haciendo, y su aliento mortal me detuvo hasta que me quedé dormido.

Hablaba... con la adivina de la feria. volviste, sabia que ibas a volver, ella habia triunfado. Yo creia que ella venía a matarme por no haberle pagado. Así terminaría con mi maldición. Me decía que eso era lo que yo había deseado en verdad, que mis labios habían pronunciado las palabras de una forma que solo ella y yo mismo podríamos entender. Le rogué que me detuviera y le pedí perdón por no haberle pagado. Ella sonrió.
-Dos cosas me interesan- dijo, recordándome sus propias palabras.- ya una no puedes dármela. Entonces dame lo otro ¿Estás dispuesto?
- Por favor.- dije.

Y desperté de aquello. Ese sueño tenía tantas sensaciones, que de solo recordarlo me da deseos de llorar. Aún no comprendo. No sé que pasó. Mi padre me abrazaba y me consolaba, el instinto había desaparecido. Yo ya no era yo, ni el monstruo devora cuerpos que había sido.
Papá hablaba. Hablaba despacio y sonreía, como creo que jamás lo vi. Le aseguré que me sentí bien, y en verdad no le mentí, la maldición había terminado, la gitana había perdonado mi deuda de dos pesos.... o yo se lo habia padago de otra forma. Estoy seguro que no sera la ultima vez que la vea.
Hoy salí con mis amigos, y nada malo sucedió. Sigo sin hablar mucho con papá. Estoy tan exausto! Pero por primera vez en un año, ya no quiero huir mas.

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