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martes, 18 de abril de 2023

Aventura en el fin del mundo, parte dos

 Me desperté cuando Paula movió una bolsa en el living. Me había costado dormir después de la excitación vivida el día anterior. La luz llenaba toda la habitación como si fuera el medio día, enseguida sentí el latido fuerte de mi corazón y el nerviosismo se apoderó de todo mi cuerpo. Tantié la mesita de luz en busca del celular, aún no eran las 7am, era muy temprano, pero igual salté de mi cama, ya sobresaltada. Las maderas crujieron, la cabaña sonaba con cada uno de nuestros movimientos. Me vestí rápidamente, me desvestí de nuevo, cuando recordé que abajo de todo iba la remera térmica y luego lo demás. Respiré. El día había llegado, estaba en Ushuaia y la carrera comenzaría en dos horas.

Tomamos un desayuno rápido con Paula, lo habitual, nada debía ser nuevo, ninguna rutina debía cambiar. Los días de la carrera nada se prueba, dicen los que saben. Pronto descubriríamos que eso solo aplica para las seguras y monótonas carrera de calle, la montaña tiene sus propias reglas.

Decidimos llegar a la carrera caminando, y corriendo un poco. Estábamos solo a 2 km de la salida, y lo aprovecharíamos para entrar en calor. Salimos de la cabaña, y el frío nos envolvió de inmediato en el bosque algunos rayos del sol se colaban pero no llegaban a calentarnos. Arrancamos despacio, la subida por la carretera en zigzag, nos sirvió para calentar las piernas. Pronto comenzamos a cruzarnos con corredores que iban y venían. Cada vez mas caras sonrientes, algunos se animaban a las calzas cortas a pesar del frío. El día era soleado y sin viento, un día ideal. Ya de lejos escuchábamos la música de la organización y un hombre que hablaba por el altoparlante. Voy a confesar que no me gusta la música en las carreras, los ruidos fuertes a la mañana me pone nerviosa como los gritos, y en un entorno natural no le encuentro sentido. Debo ser la única persona a la que le pasa esto.

Pasamos rápido a los baños y la carrera comenzó. Así sin ningún tiempo para acomodarnos, habíamos llegado justo y quedamos últimas en la largada.



Una cosa que siempre me llama la atención de las carreras es el ruido del principio, seguido por ese silencio absoluto en el primer kilómetro. Comenzamos los primeros kilómetros con una subida suave, pero constante por la carretera por la que veníamos subiendo desde donde estábamos alojadas. Ya nadie hablaba, con los primeros ahogos, solo se escuchaban los pasitos de la multitud y algunos suspiros ahogados. La carretera terminó en un bosque hacia una subida pronunciada muy ancha y llena de piedras. Por ambos costados se levantaba un bosque de árboles altos y mas arriba una montaña imponente nevada o con glaciares colgantes y piedras de un azul grisáceo oscuras. 



El camino en zigzag terminó en un finito caminito de piedras en una ladera, con un precipicio al costado. Solo habíamos subido unos kilómetros, pero ya estábamos bien arriba y el paisaje se había abierto entre la ladera de dos montañas. Cielo y tierra hasta el horizonte, y el mar con montañas, algunos barquitos perdidos en el océano. Lo sabía, no eran barquitos, sino enormes cruceros que se aventuran a la Antártida en esa época del año. Estando mas alto podíamos ver toda la bajada hasta donde comenzaba la ciudad abrazando el pie de la montaña, las casitas ya parecían de juguete. No soplaba casi nada de viento, y la temperatura era fría pero agradable para nuestro cuerpo. Me sentía con una energía infinita, muchas ganas de subir, muchas ganas de conocer que mas vendría después. Ya arriba y acabada la primer trepada, el aíre nos lleno los pulmones y pudimos comenzar a hablar, intercambiar algún aliento algún comentario. Paula pronto descubrió que su botella de agua era incómoda para tomar ya que debía sacarla de la mochila cada vez y volverla a meter así que decidimos compartir el agua de mi mochila tipo camel back. Luego la llenaríamos con la de ella. 

Dentro del bosque perdimos a la multitud. Por momentos estábamos corriendo solas por medio del bosque, por momentos nos encontrábamos con algunas personas. Charlamos con una chica de Ushuaia por algunos kilómetros, nos contó que estaba volviendo luego de estar parada unos meses. Nos aconsejó hacer regenerativo al otro día. Luego la pasamos y mas tarde la veríamos llegar a la meta. Solo cuando la carrera se volcaba sobre un camino ancho, o una subida pronunciada larga y vistosa podíamos tener real certeza de que no estábamos solas, y que éramos muchísimos corredores.



Pronto descubrimos que diferente son las carreas de calle, donde uno trata de no probar nada nuevo. Nos ponemos ropa que conocemos, calzado que conocemos, y vamos a una velocidad que estamos acostumbradas a correr, comemos y tomamos agua cada una cantidad exacta de kilómetros. Acá la regla que nos pusimos es tomar agua a cada rato, antes de que la boca estuviera seca. Como un reflejo de nuestros cuerpos, lo montaña imponía sus propias necesidades que atender. Debíamos estar todo el tiempo pendientes de lo que el cuerpo pedía.

El terreno es lo que me resultó complicado de la Ushuaia Trail race. Antes había participado de la k15 de Villa la Angostura, y este era mas complicado y traicionero. No había que que confiarse. Lo peor para mí, fueron las raíces patinosas que casi me cuestan un dedo. Iba bajando muy tranquila, cuando me patiné en una de ellas. Puse mis manos instintivamente, pero uno de mis dedos cayó sobre una rama sobresalida, y el dedo se fue todo para atrás. Aún no sé como no se me quebró y fue solo la impresión de lo que podría haber pasado.

Para mi el peor kilómetro fue el 9. El cuerpo estaba cansado, las piernas comenzaban a estar mas cargadas. El aire no me faltó nunca, ni en las subidas, en las que respiraba tranquila y constante.  Llegábamos a los puestos de hidratación, y lejos del consejo de comer solo lo conocido, nos comíamos y tomábamos todo lo disponible. Y parecía que nada alcanzaba como suficiente combustible que agregar a la carrocería. Las piernas quemaban mientras los kilómetros pasaban. Cambié el aire luego de una subida interminable. Delante nuestro una mujer se acostó en el suelo y toda tirada dijo "no doy mas". Enseguida vinieron las compañeras de grupo, o quizás otras corredoras y la levantaron. Una de ellas la retó y le dijo "Te levantás, si estás casada, descansá parada y caminando despacio, pero al piso no te tirás mas".

Las largas subidas, seguían a largas bajadas; y las largas bajadas, seguían largas subidas. Después de esa subida interminable, un espíritu de corredora se apoderó de mi. Me sentía liviana y fuerte. Me sentía toda una corredora y agarraba largos tramos a buena velocidad. 

Ya faltando muy poco todos nos decían "ya llegan, ya llegan", al costado del camino se apostaban personas que alentaban, quizá fans de las carreras de aventuras (de solo mirar), familiares o lugareños esperando a los punteros de los 60km ¡Si! aunque no lo crean hay gente que corría 30 y 60km ese día, y ¡sí! también me parece una locura, pero quién sabe, quizá algún día la locura me haga correr más kilómetros también.

Ya el final estaba realmente cerca, y no como todas las otras veces que nos habían dicho era mentira. Mis sentimientos eran encontrados, no quería que termine, pero por otro lado me sentía feliz porque las piernas y los brazos ya no daban mas. Del cuerpo se había utilizado todo combustible y pensamiento positivo y también cada músculo, y ya todo me dolía. Algunos punteros de los 30km nos pasaban como alambre caído. 

Y finalmente llegó. Otra vez escuchamos la música, el calor de los aplausos que no paraban y el hombre del micrófono que nos daba la bienvenida. Todo me hizo picar mas rápido cuando ya creía que no podía levantar las piernas. No podía parar de sonreir, creo que se me llenaron los ojos de felicidad y también de lágrimas. Cruzamos por el largo pasillo de la meta y nos abrazamos un rato. Finalmente este fin de semana emocionante tenía su segundo capítulo. Otro día en esta aventura para no olvidar



lunes, 10 de abril de 2023

Aventura en el fin del mundo primera parte

 


Ya les conté en esta entrada como llegué al fin del mundo, mas precisamente a, la que hasta hace unos años, era la ciudad mas austral del mundo, Ushuaia. Hace un tiempo los chilenos transformaron un pueblo en ciudad, y claramente está mas al sur y así Ushuaia perdió ese podio tan preciado por unos cuantos kilómetros y un puñado de habitantes. De alguna manera había que dejar claro lo especial del lugar, así es que ahora Ushuaia es solo la ciudad mas al sur de Argentina. Sin embargo, el perder un podio no le ha restado nada en absoluto, y esta era la primera vez que la visitaba en mi vida para participar en una carrera de montaña con una amiga. La Ushuaia Trail Race.

Después de la victoria de Argentina sobre Países Bajos, nos quedó una sensación de euforia extrema, sumado al hecho de que habíamos llegado bien a Ushuaia y solo quedaba acomodar las pocas cosas que cargábamos con nosotras y conocer el lugar. Después del último gol, salí de la cabañita al bosque. Estaba nerviosa y eufórica pero sobre todo feliz. Escuché entre los árboles el sonido de bocinazos y gritos de alegría a lo lejos. Las cabañitas de alrededor parecían de juguete, los árboles se perdían hacia el cielo. Hacía frío, y aire tenía ese olor a Patagonia, tierra, bosque y pureza, pero frio sobre todo a pesar de ya ser diciembre. Hacía solo unas horas estaba en Buenos Aires, con calor húmedo e infernal, y ahora estaba ya con la campera respirando ese aire que refrescaba la garganta y los pulmones. Amo el frío.

Inspeccioné el terreno, sobre el humus negro y blandito que pisaba había unos pequeños panales. Me acerqué a mirarlos ¿Qué serían? realmente parecía un panal pequeño y redondo medio naranja o amarillo. Estaba lleno por todos lados y antes de que yo imaginara que clase de insecto había fabricado ese panal, descubrimos que era un parásito de las plantas que se caía al suelo desde los árboles y comenzaba a degradarse dejando ese aspecto de panal. Era la primera vez que veía algo así, are la primera vez de muchas cosas. De estar lejos de casa sin la familia, de viajar con una amiga, de conocer ese lugar. Pero, aunque era mi segunda carrera en montaña, estaba nerviosa como la primera vez en Villa la Angostura.

Caminamos varias cuadras desde las cabañas al centro. Desde la ruta que bajaba en zigzag se podía ver casi toda la ciudad, los últimos cordones de la cordillera y el mar extendido hasta el horizonte. Nos quedamos un rato contemplando el enorme paisaje lleno de tonos de verdes, marrones y azules y continuamos la bajada. Todo el tiempo el silencio se veía interrumpido por los bocinazos de alegría, muy diferentes a los bocinazos furiosos y frustrados que habitualmente abundan en las ciudades. El tono, el ritmo, todo era diferente, las banderas celestes y blancas flameaban desde los autos, las caras explotaban felicidad. El ritmo se contagiaba entre los vehículos uno tras otro y aumentaba mi sentimiento de felicidad eufórica.

Hasta el centro caminamos treinta cuadras recorriendo ese paisaje tan diferente de nuestra ciudad. La arquitectura de casitas metálicas sobre las calles en bajada, cabañas de colores alegres, mayormente casitas de uno o dos pisos con sus techos de chapa a dos aguas. Y siempre decolores azul, amarillo naranja. No parecían ponerse de acuerdo para combinar. A los lejos, se animaba a a erigirse uno o dos edificios solitarios, que le hacían frente al viento que soplaba suave en ese momento. Los rayos del sol ya pegaban horizontal, aunque eran cerca de las 8 de la noche, parecían las 4 de la tarde. Había mucha luz, y el sol, aunque ténue y lejano no se decidía a desaparecer. No lo haría hasta cerca de la media noche, pero la agonía sería larga.

Llegamos a la expo para retiro de kits y la fila no superaba la veintena de corredores. Todos felices y amables, el ambiente cálido nos invitó a desabrigarnos rápidamente. Todas las miradas seguían nerviosas y felices por el triunfo de la selección, pero además ya se respiraba el aire de la carrera del otro día. Evento que la mayoría de nosotros habíamos planeado todo el año.


Regresamos a la cabaña caminando con Paula, y aún con el sol alto cocinamos entre las dos los fideos con tuco. Hicimos fideos para 5, y entre las dos los comimos sin que sobrara uno solo. El sur abre el apetito y las reservas se usarían al día siguiente.

Después de cenar hicimos unas pequeñas video llamadas donde nuestros compañeros nos mostraron que todo estaba bien en casa, los chicos todos felices por los planes que estaban armando con sus padres.

Sin mas nos fuimos a acostar temprano aún cuando el sol seguía batallando por no caer al borde del mundo.

sábado, 8 de abril de 2023

Después de todas las Olas


 

Anoche terminé de leer "Mas allá del Océano". Y si ya habías leído esta entrada en mi blog me resta decir que la lectura no me ha decepcionado para nada, me quedé encantada con esta obra y  comenzaré a recomendarla de ahora en más.

Finalmente la autora fue por el camino correcto sobre viajes en el tiempo con un simple pero poderoso mensaje de resiliencia. No podemos cambiar el pasado, solo podemos aceptarlo y reconocer sus cicatrices como oportunidad de crecimiento y aprendizaje. Con personajes que mutan enriqueciendo la historia aportando momentos memorables, con la transformación del alma humana como fuerza tan poderosa como el océano mismo, la autora nos lleva a un puerto interesante. Los Dioses de una cultura basta y milenaria se presentan en la ausencia cotidiana y las tragedias mas extremas se transforman de números en historias de superación. El máximo de capacidad narrativa y descriptiva se hacen presentes durante el Tsunami, y casi podemos sentir la desesperación por falta de aire y el arrastre del océano implacable y sin piedad. Y hasta en ese momento donde todo es arrasado, la autora sabe colocar un momento de sanación y una oportunidad de cierre de historias. Y la mejor parte de esto, es que jamás se cae en lugares comunes ni golpes bajos que tanto fastidiarían. 

Terminé esta lectura pasada la media noche, y leyendo con una luz naranja y demasiado tenue y cansada, pero con una sonrisa en mis labios y muchos pensamientos en mi cabeza. Me gustaron las notas post obra, donde la autora hace aclaraciones, algunas de ellas que ya había investigado mientras me metía de lleno en la lectura de la obra. Por ejemplo ¿Dónde queda Miako? Lo ubiqué en algún lugar a un costado del rio Kitakami, traté de ver por google maps imágenes, pero no hubo caso. Entonces asumí que el pueblo había sido destruido y ya no figuraba en los mapas. Luego la autora aclaró que Miako era producto de su imaginación y coincidió en el lugar donde yo había localizado Miako en el mapa... Lo localicé en este lugar en el norte de Japón:

Miako, cerca Ishinomaki, un lugar muy nombrado en el libro y Sendai, lugar donde trabaja el padre de Nami hasta que es transferido.



Sé que a partir de hoy este libro se sumará a mis lecturas recomendadas y una vez mas se renueva mi deseo de conocer Japón.

martes, 4 de abril de 2023

Lectura en medio del Océano

 Después de mucho tiempo he vuelto a escribir, y también a leer. Estos años que abandoné mi blog, si he leído eventualmente algún libro aunque no haya escrito demasiado por acá. Ya les contaré de a poco ahora que he retomado la escritura.

Ahora estoy en medio de una buena lectura. Se llama "Después de Océano". Siempre quise hacer estas escrituras en medio de la lectura del libro para ir dejando mis impresiones, nunca lo hago, pero me parece interesante volver cuando termine mi lectura y descubrir como terminó ese proceso. Como si de una cápsula del tiempo se tratara. Por eso me gustan los libros largos, para recorrer el proceso y las páginas mientras transforma mi percepción de la historia.



La historia trata de una joven japonesa que era originaria de un pueblito que fue arrasado por el Tsunami del 2011. Ella y su familia (padre y hermano) justo tuvieron la fortuna de salir ilesos y sin pérdidas materiales, ya que la suerte (¿destino? ¿aviso mágico? ¿Magic girl?) quiso que se mudaran horas antes del tsunami. Si bien sintieron el terremoto muy fuete durante el viaje, ya se encontraban tierra adentro cuando las olas avanzaron sobre el pueblo y se llevaron a muchos de sus seres queridos y sus recuerdos con ellas.

Debo decir que me pareció muy bien ambientada la historia en Japón. No solo la descripción geográfica, la parte cultural está muy bien plasmada. Tuve que buscar varios términos, lugares y aprendí mucho sobre Japón. Mucho tiempo pensé que la autora era Japonesa, pero al parecer es española, y además no encontré su biografía como para que me indique si ha estado en Japón, pero realmente las costumbres están espacialmente bien plasmadas y te hace pensar que estas allí. Por momentos pareciera estar leyendo un manga y el espíritu animé baila entre las palabras con esos trajecitos que les hemos visto a las Sailor Moon, o las Magical girls para ser mas exacta.

Otra cosa que está bien plasmada es la exigencia impresa en la cultura japonesa como símbolo de excelencia, pero su vez desespera su tono de inhumana y robotizante. Recordé cuando leí a Amelie Nothomb en "Estupor y temblores" y como describe la vida en Japón. Esta situación de exigencia extrema el contraste de lo que sucede cuando alguien se sale de sus cabales y enloquece, eso está bien permitido y entendido que suceda así. Es decir, trabajan 40 horas por día, no duermen, no comen, no disfrutan de nada, y si alguien se queja un poco lo tachan de flojo, desaprueba y tira su vida a la basura, no es nadie. Pero si alguien enloquece completamente ¡bueno! ¿Qué esperaban? Eso es comprendido y nadie dice nada porque saben que les va a tocar en algún momento.

Y eso es otro asunto impactante. La gente con trastornos mentales, se queda así por años y quizá para siempre. Me lleva a pensar como es la relación de los japoneses con la salud mental, porque justamente el libro trata de Nami y su familia, que tienen claros signos de estrés postraumático y ninguna herramienta emocional para sanar o acompañarse. Con una adolescente con una fuerte fobia al agua, con un hermano encerrado en la habitación hace 3 años (un trastorno muy común entre jóvenes japoneses inclusive antes de la pandemia), un padre melancólico. Sin embargo, la preocupación máxima del padre de Nami, es el nivel académico que su hija va a alcanzar luego del instituto. Gran parte del libro pensé que Taiga era un fantasma que se había suicidado luego del cumpleaños de Nami, pero ahora ya creo que vive en su cuarto padeciendo una existencia triste.

Diría que Nami sufre de una severa esquizofrenia, sino pensara que el libro dará un giro sobrenatural y que la gente muerta que ve, es en realidad un recurso literario o un poder de la protagonista y no simple locura. Pienso en esto último porque los fantasmas que otrora atormentaban a Nami, ahora tienen un poder curativo y resolutivo de sus conflictos emocionales.

Y sobre hacia donde va a el libro, debo confesar que me da temor que vaya hacia "Your name", película que si no han visto, véanla, es buena peli. Me decepcionaría bastante que tomara ese rumbo, porque la idea de Your Name es original (hasta donde yo sé).

Otro temor que tengo es sobre los viajes en el tiempo. Sé que va a haber un viaje en el tiempo y la resolución del mismo es muy importante. Sobre este recurso veo que hay dos caminos, los voy a llamar, el camino de Dark, y el camino de Volver al futuro.

Esto se está volviendo muy nerd (lo sé).

El camino de Volver al Futuro es bueno para una peli pochoclera promedio y entretenida. Es la idea que si viajáramos al pasado podríamos modificar nuestro presente. Por ejemplo, hasta lograr que no existiéramos, en cuyo caso ¿Cómo viajaríamos al pasado para lograr que no existiéramos? ¿Podría Nami cambiar algo mas que el destino de algunos pocos?

Así que como una cápsula del tiempo voy a enterrar mis pensamientos sobre el libro que estoy leyendo, acá me encuentro en medio del océano, veremos si la resolución de la obra es excelente y realmente mi expectativa es que así sea. Solo espero que no caiga en la simple resolución con poderes mágicos y todos salvados porque si hay algo que esta obra debe mostrar es el camino de la aceptación y la resiliencia ante situaciones adversas. Y digamos las cosas claras, a veces aceptar las tragedias que han sucedido es aceptar las marcas irreversibles que nos han dejado y que nos cambiaron para apreciar y mejorar nuestra existencia y nuestra persona. Sin el paso del tiempo, no seríamos nada interesante. Así que le prenderé una velita al Santo de la literatura, y desenterraré esta lectura en el futuro.

lunes, 3 de abril de 2023

Vuelo loco

Estaba pronosticado lluvia, pero como últimamente sucede pasó de largo. Luego supe que la lluvia llegó por la noche, cuando ya no estábamos por allí. Hasta la hora en la que llegamos al aeropuerto el sol partía la tierra, el asfalto y las personas. No había volado en un tiempo, y como suele suceder, unas semanas antes del vuelo llegaron a mi toda clase de series y películas sobre catástrofes aéreas. Es malo Netflix. Me recomendó "Manifiesto", una serie en la que un avión con mas de 200 pasajeros desaparece y re-aparece cinco años después con total la tripulación intacta, incluyendo polizones. Mi compañera de viaje, Paula, me había comentado que volar le daba ansiedad. Comentario que pasé por alto, porque a mi ansiedad me dan muchas cosas, pero tarde descubrí que su ansiedad era en serio. Mal hecho. Lo que ella catalogaba como "ansiedad" era mas bien "claustrofobia", y se clavó un ansiolítico antes de que subiéramos al avión.
Conocí a Paula hace dos años, cuando empezamos a correr juntas. Nuestra amistad reciente terminó en un viaje que me hizo conocerla un poco mejor. 
Quise entrar al avión rápidamente, porque afuera sobre el asfalto el calor era sofocante. Me imaginé entrar al avión y disfrutar el aire acondicionado, pero Paula me suplicó que esperemos afuera todo lo posible. Así que me quedé debajo de la trompa del avión tratando que la sombrita nos proteja un poco del calor. No había tenido eso en cuenta antes. Acostumbrada a viajar con Diego y las nenas, ellos tienen otras cosas a las que ya estoy acostumbrada y ellos están acostumbrados a mis cosas. Pero viajar con una persona nueva a la que no conocía tanto implicaba también ir acostumbrándome a esas cosas de la cotidianidad.
No lo mencioné antes, pero el día del vuelo, no era cualquier día. Era 9 de diciembre de 2022. Tampoco la hora, era cualquier hora, sino que era 14:00. Si todavía no caíste en la fecha y la hora, te ayudo. Los Argentinos del vuelo estaban muertos de nervios y rogaron cualquier actualización futbolística al piloto. En la fantasía colectiva, el piloto estaría mirando los partidos en un led gigante en la cabina del avión, mientras el piloto automático haría todo el trabajo.
Los asientos eran de a tres, y el de la ventana estaba ocupado por un nervioso hincha Argentino. El hombre era pequeño, y no paraba de mirar el reloj. Hasta que el avión despegó miró el celular todo lo que pudo. Y luego canturreó (¿rezó?) todo el viaje. Se revolvía en el asiento. Sufría, quizá pensando vaya a saber qué cosa. a mi derecha Paula estaba muy tranquila. El ansiolítico había hecho su efecto, y había tenido la buena idea de descargar unas pelis en su celular. Vimos "Matrimillas" y conocimos el concepto de que con este viaje de amigas estábamos gastando matrimillas. Fue entretenida y nos hizo pensar en otras cosas diferentes a catástrofes aéreas, encerramientos y partidos e fútbol.
En mitad del vuelo, el llamador del piloto se encendió.
Suspenso.
"Brasil está eliminado de la copa del mundo por penales frente a Croacia". El avión se ahogó en exclamaciones, algunas de sorpresa, otras de evidente alegría. Hubo un par de "¡Vamos carajo!". La mitad del avión no entendía nada de lo que había pasado. La mitad de los pasajeros eran extranjeros. A Ushuaia no viajan muchos Argentinos.

Seguimos viaje y vinieron los dos goles. La felicidad y el miedo, porque faltaban los últimos minutos de partido y el piloto debía aterrizar. Nos advirtieron que el aterrizaje podría ser complicado en Ushuaia por la zona, pero nada pasó. Por un rato no sabríamos nada del partido y el avión se posó como un pajarito en la tierra.
Los hinchas habilitaron un par de celulares mientras que el avión estacionaba y abría la puerta. Algunos se agolparon como primitivos alrededor de los fuegos. Las caritas se iluminaban con ilusión y expectativa.
De pronto vino la mala noticia "Holanda metió un gol". Un par de retorcijones de panza, un zumbido de malestar general. Miedo.
Una sola cara se ilumina, y un puño se cierra en señal de victoria "biennn!" dice una cara entusiasta en medio de miradas asesinas y nerviosas ¿Algún holandés sin miedo de morir en el fin del mundo?

Las puertas del avión se abrieron y todos corrieron en el pasillo del aeropuerto hasta la siguiente meta-fueguito-televisión. Nunca había estado allí y ahora pienso que debería observar ese lugar increíble y desconocido. Pero en ese momento no lo pensé, me apresuré a tomar el equipaje como el resto.
Al partido le quedan diez minutos y Argentina gana 2 a 1.
Nos agolpamos nerviosos con otros hinchas que quedaron estancados en el aeropuerto en un bar. Las mesas abarrotadas, los pasillos abarrotaos. La respiración contenida.
Los extranjeros no entienden nada y piden un remís para ir a sus hoteles.
La mitad de los humanos nos quedamos allí mirando en una tele chiquita, unas doscientas personas.
Un último tiro libre y todo va a haber terminado. No queremos mirar y nos vamos al final del pasillo, ya muy nerviosas, al parecer el ansiolítico es bueno para los aviones, pero no hay nada efectivo contra los partidos del mundial, porque Paula está tan nerviosa como todos.
Un grito desesperado y confuso nos llega desde la zona del bar ¿Qué fue eso? ¿Era felicidad? ¿desesperación¿dolor? Las caras nos dicen todo, y decidimos tomar un remis lo antes posible y llegar a la cabaña antes que termine el partido.
La remisera va escuchando el partido en todo el trayecto. Maneja nerviosa y rápido por las callecitas curvilíneas y ascendentes de Ushuaia. Pareciera que hasta el auto siente los nervios. Lo primero que noto es el sol. El sol da muy diferente en Ushuaia. Hace frio, y por suerte tomé la precaución de abrigarme en el vuelo. Hemos llegado al invierno en solo unas horas.
Llegamos a las cabañas. Hay televisión pero no queremos prenderla. Estamos demasiado nerviosas.
Le pregunto a mi hija Victoria como vamos en la tanda de penales. Y ella me relata a la distancia... 
- 6:46 Linda, decime como va porque ni lo quiero mirar
-6:47 Van a penales
-6:47 Mierd
-6:48 Primero tiran ellos
-DIBU LA ATAJOOOOOO
-Ahora nosotros
-Gol?
-Messiiiiiii
La Metio
Si, gol!
-Bien
-DIBU ATAJO OTRA
- 6:50 Por favor contameeee
Me manda un audio...
- Y ahora va a tirar Peredes ¿Paredes? - silecio- GOLLLLL, GOLLLL
-Metieron ellos una.
- Vamos Dibu, Metemos una y listo?
- Si, creo que si. Ahora va a tirar Enzo.
-La tiró afuera
-Al estilo De Paul en la american
- Le metieron otra al Dibu
-Ahora tira Fideo
Salgo de la cabaña al bosque, porque estoy demasiado nerviosa. Escucho, y de pronto un rugido atraviesa los árboles. No sé que pasa. Trato de ver si tengo mensajes, pero la conexión no es del todo buena en el fin del mundo. Cuento mil latidos por segundo.
Y de pronto me llegan los mensajes.
-Tira Marinez
-GOLLLL
-PASAMOSSSSDS
Y en los audios le cuento que aunque estoy en medio del bosque, en un lugar alejado, escucho los gritos de felicidad y los bocinazos. Y así, en el fin del mundo, también se festejó la victoria ante Países Bajos.


Otro día les cuento que fui a hacer a Ushuaia, porque es para otro post.

domingo, 2 de abril de 2023

Ilusiones

Vivimos rodeados de ilusiones. A menudo, las ilusiones son mentiras que nos decimos a nosotros mismos. Las ilusiones no nos permiten percibir la verdad. Para mi, la ilusión mas grande en este mundo, es pensar que tenemos tiempo.




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