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lunes, 10 de abril de 2023

Aventura en el fin del mundo primera parte

 


Ya les conté en esta entrada como llegué al fin del mundo, mas precisamente a, la que hasta hace unos años, era la ciudad mas austral del mundo, Ushuaia. Hace un tiempo los chilenos transformaron un pueblo en ciudad, y claramente está mas al sur y así Ushuaia perdió ese podio tan preciado por unos cuantos kilómetros y un puñado de habitantes. De alguna manera había que dejar claro lo especial del lugar, así es que ahora Ushuaia es solo la ciudad mas al sur de Argentina. Sin embargo, el perder un podio no le ha restado nada en absoluto, y esta era la primera vez que la visitaba en mi vida para participar en una carrera de montaña con una amiga. La Ushuaia Trail Race.

Después de la victoria de Argentina sobre Países Bajos, nos quedó una sensación de euforia extrema, sumado al hecho de que habíamos llegado bien a Ushuaia y solo quedaba acomodar las pocas cosas que cargábamos con nosotras y conocer el lugar. Después del último gol, salí de la cabañita al bosque. Estaba nerviosa y eufórica pero sobre todo feliz. Escuché entre los árboles el sonido de bocinazos y gritos de alegría a lo lejos. Las cabañitas de alrededor parecían de juguete, los árboles se perdían hacia el cielo. Hacía frío, y aire tenía ese olor a Patagonia, tierra, bosque y pureza, pero frio sobre todo a pesar de ya ser diciembre. Hacía solo unas horas estaba en Buenos Aires, con calor húmedo e infernal, y ahora estaba ya con la campera respirando ese aire que refrescaba la garganta y los pulmones. Amo el frío.

Inspeccioné el terreno, sobre el humus negro y blandito que pisaba había unos pequeños panales. Me acerqué a mirarlos ¿Qué serían? realmente parecía un panal pequeño y redondo medio naranja o amarillo. Estaba lleno por todos lados y antes de que yo imaginara que clase de insecto había fabricado ese panal, descubrimos que era un parásito de las plantas que se caía al suelo desde los árboles y comenzaba a degradarse dejando ese aspecto de panal. Era la primera vez que veía algo así, are la primera vez de muchas cosas. De estar lejos de casa sin la familia, de viajar con una amiga, de conocer ese lugar. Pero, aunque era mi segunda carrera en montaña, estaba nerviosa como la primera vez en Villa la Angostura.

Caminamos varias cuadras desde las cabañas al centro. Desde la ruta que bajaba en zigzag se podía ver casi toda la ciudad, los últimos cordones de la cordillera y el mar extendido hasta el horizonte. Nos quedamos un rato contemplando el enorme paisaje lleno de tonos de verdes, marrones y azules y continuamos la bajada. Todo el tiempo el silencio se veía interrumpido por los bocinazos de alegría, muy diferentes a los bocinazos furiosos y frustrados que habitualmente abundan en las ciudades. El tono, el ritmo, todo era diferente, las banderas celestes y blancas flameaban desde los autos, las caras explotaban felicidad. El ritmo se contagiaba entre los vehículos uno tras otro y aumentaba mi sentimiento de felicidad eufórica.

Hasta el centro caminamos treinta cuadras recorriendo ese paisaje tan diferente de nuestra ciudad. La arquitectura de casitas metálicas sobre las calles en bajada, cabañas de colores alegres, mayormente casitas de uno o dos pisos con sus techos de chapa a dos aguas. Y siempre decolores azul, amarillo naranja. No parecían ponerse de acuerdo para combinar. A los lejos, se animaba a a erigirse uno o dos edificios solitarios, que le hacían frente al viento que soplaba suave en ese momento. Los rayos del sol ya pegaban horizontal, aunque eran cerca de las 8 de la noche, parecían las 4 de la tarde. Había mucha luz, y el sol, aunque ténue y lejano no se decidía a desaparecer. No lo haría hasta cerca de la media noche, pero la agonía sería larga.

Llegamos a la expo para retiro de kits y la fila no superaba la veintena de corredores. Todos felices y amables, el ambiente cálido nos invitó a desabrigarnos rápidamente. Todas las miradas seguían nerviosas y felices por el triunfo de la selección, pero además ya se respiraba el aire de la carrera del otro día. Evento que la mayoría de nosotros habíamos planeado todo el año.


Regresamos a la cabaña caminando con Paula, y aún con el sol alto cocinamos entre las dos los fideos con tuco. Hicimos fideos para 5, y entre las dos los comimos sin que sobrara uno solo. El sur abre el apetito y las reservas se usarían al día siguiente.

Después de cenar hicimos unas pequeñas video llamadas donde nuestros compañeros nos mostraron que todo estaba bien en casa, los chicos todos felices por los planes que estaban armando con sus padres.

Sin mas nos fuimos a acostar temprano aún cuando el sol seguía batallando por no caer al borde del mundo.

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