
Esta foto tiene una historia que para mi es bastante interesante. Además hay un recuerdo y sentimiento ligado a ella, por eso está aquí en este espacio. Quisiera contárselas así cuando miren esta foto quizá les llegue el mismo sentimiento.
Esta foto fue tomada en el trayecto entre Calafate y Chaltén.
En ese entonces la ruta que une estos dos pueblos no estaba asfaltada, por lo que llevaba muchísimo tiempo transitarla. Sin embargo estaba poblada de gente que decidía atravesarla en bicicleta o inclusive caminando (220 kms!). La ruta estaba viva, en su quietud menguaba de seres humanos que transitaban un camino hacia el cambio. Poblada de curvas, nunca sabías con quien te ibas a encontrar en el siguiente zigzag.
Una vuelta ¡y zas! Un hombre de unos 60 años: pelo blanco pero buen estado físico.Su bicicleta peleaba con el viento y con los kilómetros, en un momento no pudo mas y paro sobre una pierna su bicicleta, y ahí pasamos nosotros. Me quedó grabado la imagen de su rostro lleno de felicidad y como la luz del sol lo iluminaba, un rostro lleno de sueños a pesar de sus años una expresión colmada de placeres ante el desafío.
Y ahí vimos esto que se ve en l foto. Según mi hermana parecían indios o guardianes parados en el filo de la montaña, vigilantes de los transeúntes y aficionados al trekking que pretenden llegar a El Chaltén.
A ella se le ocurrió la idea: Iba a correr hasta donde estaban “parados los hombrecitos” e iba a posar para esta foto, como si fuera un vigilante más.
Luego contó que cuando llegó a la primer roca comprendió el groso error que había cometido. Lo que creía que era una piedrita, la doblaba en altura ¡Era gigante en comparación a su primer percepción del paisaje! Por primera vez tuvo una aproximación de la distancia real hasta “los hombrecitos”.De pronto todo tomó un nuevo tamaño.
La distancia era mucha, y a mi hermana se veía cada vez mas pequeña.
Y con ustedes, les dejo la foto que es sin duda, muestra del verdadero tamaño de las cosas.
Esta foto fue tomada en el trayecto entre Calafate y Chaltén.
En ese entonces la ruta que une estos dos pueblos no estaba asfaltada, por lo que llevaba muchísimo tiempo transitarla. Sin embargo estaba poblada de gente que decidía atravesarla en bicicleta o inclusive caminando (220 kms!). La ruta estaba viva, en su quietud menguaba de seres humanos que transitaban un camino hacia el cambio. Poblada de curvas, nunca sabías con quien te ibas a encontrar en el siguiente zigzag.
Una vuelta ¡y zas! Un hombre de unos 60 años: pelo blanco pero buen estado físico.Su bicicleta peleaba con el viento y con los kilómetros, en un momento no pudo mas y paro sobre una pierna su bicicleta, y ahí pasamos nosotros. Me quedó grabado la imagen de su rostro lleno de felicidad y como la luz del sol lo iluminaba, un rostro lleno de sueños a pesar de sus años una expresión colmada de placeres ante el desafío.
Y ahí vimos esto que se ve en l foto. Según mi hermana parecían indios o guardianes parados en el filo de la montaña, vigilantes de los transeúntes y aficionados al trekking que pretenden llegar a El Chaltén.
A ella se le ocurrió la idea: Iba a correr hasta donde estaban “parados los hombrecitos” e iba a posar para esta foto, como si fuera un vigilante más.
Luego contó que cuando llegó a la primer roca comprendió el groso error que había cometido. Lo que creía que era una piedrita, la doblaba en altura ¡Era gigante en comparación a su primer percepción del paisaje! Por primera vez tuvo una aproximación de la distancia real hasta “los hombrecitos”.De pronto todo tomó un nuevo tamaño.
La distancia era mucha, y a mi hermana se veía cada vez mas pequeña.
Y con ustedes, les dejo la foto que es sin duda, muestra del verdadero tamaño de las cosas.