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lunes, 27 de agosto de 2012

Siga su camino

A veces un adiós duele en el alma, duele en la autoestima, y te destripa con el dedo todos los días. Pero hoy puedo decir ¡Que suerte que tuve porque te fuiste! Por que cada segundo que hubieses permanecido aquí, todo hubiese sido mas difícil, mas irreversible y mas triste. Hoy sería una persona sin salida ni caminos, ni oportunidades ni sonrisas, ni vida. Aunque tu ausencia marcó toda mi vida, no habría vida si te quedabas.
Dejen ir a quien tiene que irse, a veces el destino es infinitamente sabio.

6 comentarios:

  1. Saber soltar, dejar partir...es muy sano.
    Me hiciste acordar a esto que leí alguna vez:

    Había una vez un hombre que estaba escalando una montaña. Estaba haciendo un escalamiento bastante complicado, una montaña donde se había producido una intensa nevada. Él había estado en un refugio esa noche y a la mañana siguiente la nieve había cubierto toda la montaña, lo cual hacia muy difícil la escalada. Pero no había querido volverse atrás, así que de todas maneras con su propio esfuerzo y coraje, siguió trepando y trepando, escalando por esta empinada montaña. Hasta que en un determinado momento, quizás por un mal cálculo, quizás porque la situación era verdaderamente difícil, puso el pico de la estaca para sostener su cuerda de seguridad y se soltó el enganche. El alpinista se desmoronó, empezó a caer a pico por la montaña golpeando salvajemente contra las piedras en medio de una cascada de nieve...

    Pasó toda su vida por su cabeza y, cerró los ojos esperando lo peor, sintió que una soga le pegaba en la cara. Sin llegar a pensar, de un manotazo instintivo se aferro a esa soga. Quizás la soga se había quedado colgada de alguna amarra…si así fuera, podría ser que aguantara el chicotazo y detuviera su caída.

    Miró hacia arriba pero todo era la ventisca y la nieve cayendo sobre él. Cada segundo parecía un siglo en ese descenso acelerado e interminable. De repente la cuerda pegó el tirón y resistió. El alpinista no podía ver nada pero sabía que por el momento se había salvado. La nieve caía intensamente y él estaba allí, como clavado a su soga, con muchísimo frió, pero colgado de este pedazo de lino que había impedido que muriera estrellado contra el fondo de la hondonada entre las montañas.

    Trato de mirar a su alrededor pero no había caso, no se veía nada. Grito dos o tres veces, pero se dio cuenta de que nadie podía escucharlo, Su posibilidad de salvarse era infinitamente remota; aunque notaran su ausencia nadie podría subir a buscarlo antes de que parara la nevisca y, aun en ese momento, cómo sabrían que el alpinista estaba colgado de algún lugar del barranco.

    Pensó que, si no hacia algo pronto, este sería el fin de su vida.

    Pero ¿Qué hacer?

    Pensó en escalar la cuerda hacia arriba para tratar de llegar al refugio, pero inmediatamente se dio cuenta que eso era imposible. De pronto escuchó la voz. Una voz que venía desde su interior que le decía "suéltate". Quizás era la voz de Dios, quizás la voz de su sabiduría interna, quizás la de algún espíritu maligno, quizás una alucinación… y sintió que la voz insistía "suéltate… suéltate".

    Pensó que soltarse significaba morirse en ese momento. Era la forma de parar el martirio. Pensó en la tentación de elegir la muerte para dejar de sufrir. Y como respuesta a la voz se aferró más fuerte todavía. Y la voz insistía "suéltate","no sufras mas","es inútil este dolor, suéltate" Y una vez mas él se impuso aferrarse mas fuerte aun, mientras conscientemente se decía que ninguna voz lo iba a convencer de soltar lo que sin lugar a dudas le había salvado la vida. La lucha siguió durante horas pero el alpinista se mantuvo aferrado a lo que pensaba que era su única oportunidad.

    Cuenta esta leyenda que a la mañana siguiente la patrulla de búsqueda y salvataje encontró al escalador casi muerto. Le quedaba apenas un hilito de vida. Algunos minutos más y el alpinista hubiera muerto congelado. Paradójicamente aferrado a su soga…A MENOS DE UN METRO DEL SUELO.

    A veces no soltar es la muerte...

    Siempre recuerdo este texto, pero me sigue costando soltar...y a veces no soltar es la muerte...

    Besos!!!

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  2. Hola Caro, viendo tus últimos post, se te nota una mujer plena, felíz, serena...
    A mi me cuesta dejar ir, es una lucha permanente, y peor si voy a la psicóloga y me hace hablar de cosas que ya pasaron...y dar vueltas y vueltas sobre lo mismo es un embole.
    Es muy sano dejar ir a la gente que hace daño, o recuerdos de tiempos pasados.
    Felicitaciones si lo has logrado!!!!!
    Y que siempre puedas encontrar el lado bueno de las cosas...
    Besitos.

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  3. ¡Ajá! Abriste las alas, y no caíste. Eres libre, en primer lugar, ante ti misma. Y además, el mejor ejemplo ante otras personitas... Enhorabuena, Mujer Salvaje. Ya no tienes lastres, sólo el fuelle de tu libertad.

    Un abrazo!

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  4. Por cierto... el relato que te escribe Gi es brutal de bueno!

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  5. Hola!
    Tu blog está genial, me encantaria afiliarlo en mis sitios webs de Turismo y por mi parte te pediría un enlace hacia mis web y asi beneficiarnos ambos con mas visitas.

    me respondes a munekitacate@gmail.com

    besoss

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  6. chicas!!! mil gracias por sus comentarios. Asi es la naturaleza de la muerte: soltarse, dejar ir, aceptar cuando las cosas se han perdido. Eso es sobrevivencia, eso es dejar nacer algo nuevo, eso es mutar y cambiar según el medio. Es adaptarse a las nuevas realidades internas, y dejar que estas te modifiquen, desprenderse de hábitos nocivos no es sencillo y da miedo y cada vez mas difícil con los años, pero se puede lograr.
    Buenísimo el texto de Gi, lo voy a publicar en alguna entrada!!!
    Un abrazo a todas!!!

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