Me desperté con los músculos estrechos y adoloridos de abrazarme a mi misma toda la noche. Ahora pienso que nunca tuve miedo a la soledad, la soledad no duele. A lo que en realidad siempre le tuve miedo fue al abandono, al alejamiento a sentirme desilusionada, menos y apartada.
A la soledad no.
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